jueves, 28 de febrero de 2008

EL SECRETO TENDIDO ELÉCTRICO DE TRANSELEC EN LA PATAGONIA


A pesar de la guerra mediática nacional e internacional de uno y otro bando, en esta excepcional zona de Chile no se dimensiona aún lo que, además de ríos embalsados, pronostica el futuro con represas. Un paisaje de extrema naturalidad, en la "frontera del desarrollo", luchando por sobrevivir ante la gran avanzada industrial. La proyección es, como lo han reconocido algunos expertos, conectar la Patagonia -conocida mundialmente por su importancia económica para el turismo- no sólo a Chile sino a todo el Conosur de América.

Para muchos chilenos las represas que Endesa España y Colbún quieren levantar en los ríos Baker y Pascua se ven lejanas. Incluso dentro de la propia Región de Aysén, en Coyhaique (45 mil habitantes), Puerto Aysén (17 mil) y varias de las localidades al norte de Cochrane (2.200), epicentro de los embalses, hay quienes estiman que éstas estarían lo suficientemente lejos como para complicar la tranquila y natural vida que se lleva en pleno centro de la Patagonia.

Nada raro, de todas formas. La solidaridad no es precisamente una de las premisas del modelo económico y de desarrollo vigente en Chile, en que se sustentan estas iniciativas y donde la máxima pareciera ser que cada uno se salva como puede.

Esta especie de despreocupación frente a los impactos de las represas en una zona tan lejana, exótica, se ve favorecida con que gran parte de la opinión crítica de las organizaciones sociales, ambientales y productivas chilenas y extranjeras se ha dirigido fundamentalmente hacia los muros de concreto y los embalses proyectados, y a que Transelec –compañía que realiza los estudios para adjudicarse el negocio del tendido eléctrico por unos U$ 1.500 millones- ha trabajado desde 2006 en completo sigilo. Nadie, de los ciudadanos se entiende, tiene certeza respecto del trazado de las 5 mil torres de alta tensión que sostendrían los cables que inyectarían al SIC en Santiago parte de los 2.750 megawatts proyectados por las represas.

Nadie, excepto las organizaciones técnicas opositoras que trabajan a full cruzando información que permita tener el mapa de los sectores por donde pasaría la franja de 70 metros de ancho que se requiere para la faraónica línea, que sería una de las más largas del mundo en su tipo. Como la Corporación Chileambiente, que ya dio con las zonas que acogerían el cableado. "Mucha gente de la Patagonia, que ha vivido toda su vida en un entorno natural sano, no ha asumido a cabalidad lo que significaría habitar un entorno sitiado por infraestructura eléctrica. Nosotros queremos poner la voz de alerta". Patricio Rodrigo, director de la institución y además secretario ejecutivo del Consejo de Defensa de la Patagonia Chilena (CDP), puso a su equipo a descubrir lo que se esconde. Y lo logró.

Transelec, controlada por la canadiense Brookfield Asset Management –consorcio financiado en parte por las pensiones de ciudadanos del país del norte, al cual se dirigirá este año parte de la presión opositora-, ha hecho trascender que en mayo de 2008 presentará su proyecto al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, que está elaborando la consultora australiana GHD. Faltando pocos meses, la compañía no ha desarrollado proceso de participación ciudadana anticipada alguno, no se ha sabido de reuniones con la comunidad, es decir, no ha hecho nada que ponga en la agenda pública y, por ende, en tela de juicio su plan original, dejando que las críticas se concentren en Endesa y Colbún. Y a éstas pareciera no importarles mucho, total su propio negocio se calcula en U$ 3.000 millones.

Pero si hay algo de lo que se tiene claridad hoy, es que nada se puede mantener oculto para siempre.

Lo primero es saber que la energía en corriente alterna se transportaría desde las 2 represas del Baker y las 3 del Pascua hasta una subestación conversora ubicada más al norte, en las cercanías de Cochrane, mediante estructuras de entre 35 y 50 metros de altura que requerirían una franja despejada de 30 metros de ancho (posiblemente ampliable al doble por el volumen de energía). Esta inversión sería hecha por las propias generadoras. Desde ese sector, situado a 320 kilómetros al sur de Coyhaique, seguiría su trayecto en corriente continua –bajo la responsabilidad de Transelec- hacia los principales centros de consumo; la Región Metropolitana y las grandes empresas mineras, cruzando a su paso media Patagonia y gran parte de Chile.

TAN LEJOS, TAN CERCA
"Qué hermoso se ve Coyhaique con esa sucesión de torres eléctricas, que como un cortejo fúnebre le rodean de punta a cabo" no es precisamente la sensación que los coyhaiquinos quieren generar en los futuros visitantes de su tierra, cuando el cableado –si prosperan las intenciones de las compañías- se asome por el mirador que regala, a sólo unos kilómetros, una amplia vista de la capital de la Región de Aysén, flanqueada como casi toda la zona por voluptuosos ríos, bosques y montañas nevadas.

La Trapananda, como se ha llamado históricamente a estos parajes, rezuma naturaleza. Y por eso los patagones reclaman que gigantescas torres de alta tensión y el consecuente tendido eléctrico por gran parte del Camino Longitudinal Austral (conocido como Carretera Austral) pondrían fin a un posible desarrollo turístico sustentable a lo largo de esta vía que fue considerada ruta escénica por Sernatur. Le dejarían, a cambio, "una profunda cicatriz en la Patagonia. Aysén es uno de los pocos lugares donde uno puede ver la cultura y la naturaleza en bruto, prístina. Y lo que buscan los turistas en esta tierra es acercarse a la pristinidad de la naturaleza, de la cultura y de la identidad patagónica. Un proyecto como éste atenta contra todo eso". Las palabras son de Francisco Vio, director de la Escuela de Guías de la Patagonia, institución que capacita a jóvenes ayseninos con una actividad que les permita tener ingresos y no perder su cultura, tierras e identidad. Una apuesta por el desarrollo económico local real, distinto a lo que ofrecen las eléctricas, señalan.

Pero no todo es paisaje. Una gran cantidad de bosques exóticos y nativos (un porcentaje no menor bajo protección oficial) se perdería por la necesaria desforestación de la franja que requiere la línea en una parte importante de los más de 2.300 kilómetros que contempla el trazado desde el sur hasta Santiago. "Los chilenos aún no nos damos cuenta de la real dimensión de lo que se plantea, trasladar toda esa energía para suplir el consumo ineficiente de la Región Metropolitana, y la gran minería del norte" se queja Peter Hartmann, director de Codeff Aysén. Según datos de Chilesustentable, un solo mall en Santiago consume lo mismo que una ciudad pequeña y la proyección de la demanda energética para los próximos años de un 6,8 por ciento se basa en la incorporación al SIC de nuevos proyectos mineros. Y en tiempos de cambio climático, señalan los detractores, eliminar miles de hectáreas de árboles que capturan gases efecto invernadero no sería precisamente una acción acorde con la conciencia global tan en boga en la actualidad.

Incluso así -y sin considerar siquiera los efectos en la salud producto del electromagnetismo- los coyhaiquinos, y la gente del sur, no pueden verse aún virtualmente "acordonados" por la línea de transmisión, precisamente porque no hay mucha información. Y porque, en realidad, aún teniéndola el escenario es muy difícil de dimensionar.

De todas formas, un poco de luz sobre lo que se vendría no está demás.

En dirección al norte desde Cochrane (y luego de atravesar la Reserva Nacional Cerro Castillo) las torres y la línea de corriente continua bordearían Lago Elizalde –frente a Valle Simpson (350 habitantes)-, área que fuera aceptada a tramitación por Sernatur durante 2003 para declararla Zona Nacional de Interés Turístico. Al acercarse a Coyhaique, como una serpiente reptando por los hasta hoy naturales valles patagónicos y al oeste del Camino Longitudinal Austral, cruzaría la zona alta de El Claro colindante con la capital regional, rodearía la ciudad y desembocaría al norte en el sector aledaño conocido como pampa Pinuer.

Una vez dejada atrás esta llanura, continuaría el trazado hacia el noreste por un costado de la Reserva Nacional Coyhaique hasta Villa Ortega (250 habitantes), siguiendo por la Ruta Austral hacia Villa Mañiguales (1.500) y la Reserva Nacional Lago Las Torres.

Si se concreta el proyecto, en cada viaje que los coyhaiquinos y los visitantes realicen desde la capital regional en dirección al sur, al norte, Puerto Aysén o el aeropuerto Balmaceda, el duro metal y los carteles de peligro les recordarán que la promesa de una región en estado natural, prístina, prácticamente intocada, la joya turística de Chile, no fue más que un sueño no cumplido. Atrás quedarán las palabras de la directora del Institute for Tourism and Recreation Research de la Universidad de Montana, Norma Nickerson, quien visitó hace algunos meses la zona y la categorizó en el estilo mountain top time travel (viaje en el tiempo desde las altas cumbres): "Son lugares donde el visitante puede subir a un cerro o una montaña, o incluso situarse a un costado de los caminos de ripio en el caso de esta región, observar y no ver evidencia alguna de gente o intervención humana. Eso en un hábitat es un recurso en sí mismo. Y mientras pase el tiempo muchas más personas querrán vivir esa experiencia de sentir que están en un lugar que se mantiene como seguramente eran otras zonas del mundo antes de que llegara el ser humano".

Este hipotético escenario futuro, si las empresas tienen éxito en sus planes, no considera el período de construcción, que demandaría miles de trabajadores extrarregionales y una intervención nunca antes vista del territorio, con camiones de gran tonelaje transitando durante una década por los principales caminos. Los habitantes sienten que sería instalar por 10 años a lo largo de toda la Región de Aysén un gran cartel que rece: "Territorio en Construcción - Perdone las molestias, estamos trabajando para usted".

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